«Si tuvieras que elegir tu siguiente destino de viaje, sin importar el dinero, la documentación y el tiempo ¿cuál sería?» Cuando aparecen estas preguntas en las redes sociales, me voy directamente a un mapa a investigar, a soñar, a elaborar rutas imaginarias. El mundo es tan diverso, que sinceramente no sé responder con exactitud, siento que si digo uno, cierro los ojos a los otros.
Este post no es un discurso acerca de mis sueños, es una invitación a compartirlos e intercambiar información acerca de los destinos que esperamos conocer. Aquí va mi top 5 (aunque la verdad podría hacer un top 200) ¿cuál es el tuyo?
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Praga
Solo el nombre ya me parece encantador, tanto el de la ciudad, como el del país: Praga en República Checa. El argumento inicial parecerá muy romántico, pero esa sonoridad me invita a conocerla.
Sin lugar a dudas también lo hace su arquitectura de ensueño. Esta es una mezcla de distintas épocas que recoge desde elementos medievales hasta modernos, recopilando en sus calles siglos y siglos de historia. Imagino viajar en el tiempo a través de elementos arquitectónicos, como los grandes rosetones en las iglesias góticas, los detalles excesivos de las barrocas, y los castillos, lo más cercano a estar en aquellos cuentos que me leían de chica.
Una ciudad que ha determinado su construcción de acuerdo al río, en este caso el Moldava, es el toque final para hacerla perfecta a mis sueños. La mezcla de grandes construcciones con la naturaleza, y de la vida cotidiana citadina junto a un río que fluye, es un regalo para disfrutar de las bondades de sentarse a contemplar lo natural, sin perderse las comodidades y la diversidad cultural de una ciudad.
Mongolia
He pasado de una ciudad específica a un país entero, pero sigo pensando en la sonoridad de los nombres, este suena enigmático. Me remite a la historia antigua, a los grandes imperios, a los monasterios, y a la soledad, y no es para menos, pues es el país con menos densidad de población en el mundo.
No me llaman las ciudades, por el contrario me llaman esas extensiones de naturaleza despoblada; las grandes y frías cadenas montañosas, así como las estepas; los paisajes extensos por los que caminan los nómadas, los verdaderos, no los que volvemos cada tanto tiempo a casa; y me intriga el desierto de Gobi, tanto sus dunas como su fauna.
Uno de mis pasatiempos preferidos es contemplar. Me puedo sentar durante horas en una playa, frente a un atardecer, o en la cima de una montaña solo a ver la vida y agradecer por ella. Supongo que Mongolia es uno de esos lugares por ver antes de morir.
Finlandia
O Islandia, Noruega, Groenlandia, Siberia… mejor dicho, cualquier país al norte del mundo donde pueda ver las auroras boreales.
Soy una cazadora de atardeceres, cada vez que me encuentro en un lugar donde puedo verlos a cabalidad, como algunas playas en el Pacífico americano, me llevan -sin exagerar- a otros estados de consciencia. La razón es que me siento muy pequeña junto a la majestuosidad del universo, y eso es una lección de humildad, pero así mismo es un momento de agradecimiento por ser parte de la belleza que encierra el mundo.
Ahora, si así es con un atardecer, no alcanzo a imaginar la sensación de presenciar una aurora boreal, de ver estallar el cielo con colores que danzan en la oscuridad.
Madagascar
Este es el tipo de sueño que veo muy lejano, pero que al mismo tiempo me parece «una pasada». Lo primero que me hace soñar con Madagascar, es que es un país del continente africano. África… cuando era pequeña jugaba a ser reportera de la National Geographic, me subía a los árboles en la finca de mi tío, y junto a prima cargábamos cámaras imaginarias que filmaban a las cebras y a los leones que solo estaban en nuestra mente.
Desde aquella época he querido ir a un safari, pero también he aprendido más sobre este lugar, origen de la raza humana. Así se me ha antojado recorrerlo de punta a punta, desde los sabores de Marruecos hasta la mezcla de razas de Sudáfrica (hay mucho de este continente en mi «top 200»), pero Madagascar tiene algo especial: es una isla, y generalmente estos lugares alejados del planeta, son los que más conservan sus raíces.
Además adoro el mar, es mi lugar en el mundo aunque haya nacido en la montaña, y siempre he querido abrazar a un baobab. Cerca a Morondava, al occidente de Madagascar, un pueblo de pescadores, está la «Avenida de los Baobabs», donde se puede hacer una caminata junto a estos árboles de 20 metros de altura, y como si fuera poco, contemplar un atardecer junto a ellos.
La Polinesia
Podría conocer cualquiera de sus países, no importa cuál. Jugando nuevamente a responder la pregunta del lugar para viajar, me encanta mirar los puntos más recónditos del mapa, los países pequeños, los que no sabía que existían, los que a simple vista pasan desapercibidos. Así encontré Samoa, Tuvalu, Kiribati y Tonga, todos de la Polinesia en la mitad del Océano Pacífico.
Samoa, por ejemplo, es el primer país en recibir el día, estos datos curiosos para mí no son simplemente eso, son invitaciones a conocer el mundo y sentirse en los extremos. Por supuesto también quiero conocer la cultura de estos países insulares, que al menos de este lado del mundo es tan alegre y vivaz; y nadar en el agua turquesa que suelen mostrar en las fotografías de la Polinesia.
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