Día 22 de escritura – Día 79 de cuarentena
Cuarentena, una palabra que se diluyó con el pasar del tiempo. Me desubico cuando la menciono, pues parece ya un asunto ridículo por lo insostenible económicamente y psicológicamente, sin embargo, yo sigo en casa. Ya se completan 79 días desde aquel miércoles de marzo cuando la historia dio un giro inesperado.
El 31 de mayo terminó la jornada de sana distancia en México, nunca fue una cuarentena obligatoria – o eso decían -. Hace una semana salí en la bicicleta y sin bajarme, me paré a varios metros de la playa para ver el mar y retomar la calma. No pasaron ni dos minutos cuando llegaron dos policías motorizados a moverme. “¡Para la casa, para la casa!” me gritaron. Era una cuarentena obligatoria disfrazada de sana distancia.
Llegó el 1 de junio y los periódicos reventaron con noticias de Cancún, el ombligo de México para los turistas. Los titulares decían que ya se reabrían los hoteles y que los vuelos ya estaban habilitados. Ante tan buena noticia en los grupos de redes sociales se preguntaban si era cierto y había algarabía veraniega.
También explotaron de emoción quienes viven en sus burbujas: “¡Chicas que felicidad!, como en esta cuarentena no pude comprar ropa ni salir de fiesta, tengo mucho dinero para viajar en verano ¿no les pasó lo mismo?”. Ante tales mensajes había cierto desconcierto y las respuestas no se hicieron esperar: “mi realidad es totalmente opuesta a la tuya, todo el dinero que tenía ahorrado para viajar, lo tuve que utilizar en comer y pagar el arriendo. Tres meses después no tengo ni para lo primero, ni para lo segundo, mucho menos para lo tercero.”
En cuatro días de julio se acumularon en mí correo mensajes en tono tranquilizante, pues ya volvió la normalidad a la Riviera Maya y de los árboles del patio de mi casa vuelve a brotar dinero… y en dólares. El turismo ha regresado, las playas están a reventar, los aviones vienen llenos de extranjeros, los restaurantes están abiertos y los parques ya desinfectados reciben a su personal. “Naty, ya mi amiga china pudo regresar a Cancún, lee y verás que todo está abierto, ya puedes salir de casa y retomar tu trabajo”. Paren que me abruman, la realidad es otra.
Convengamos que Cancún no es la Riviera Maya. Las ciudades que viven del turismo que llega al aeropuerto de Cancún se cuentan por docenas, y entre la multitud de negocios que mantienen a tantos pueblos y ciudades, solo algunas cadenas hoteleras están abriendo, pero aún no reciben huéspedes. Están en semana de desinfección y despidos, pues tienen permitido operar con un 30% de ocupación. ¿Para qué pagar una nómina de 700 empleados si solo se necesitan 200?
Para miles de personas más – me incluyo – la incertidumbre sigue y por eso seguimos en cuarentena aunque ya no sea decreto público, pues la mayoría de empresas permanecen en silencio. No sabemos si nos llamarán para retomar o para darnos las gracias, o si tendrán el descaro de no llamar nunca.
¿Y el resto?, abrir los hoteles no basta para salvar la economía. Hay restaurantes en quiebra, algunos donde fui a comer y que parecían prósperos, ahora tienen letreros de arriendo, son cientos de empleos menos. Si, ya hay vuelos disponibles, pero no por ello se van a llenar las mesas desocupadas y se van a recuperar los empresarios quebrados.
El 1 de junio mostraban fotos del aeropuerto lleno y de los vuelos sin asientos desocupados. ¿De qué fecha serán las fotos?, ¿quién vendrá en esos vuelos? Despertemos, no eran turistas sino habitantes de la Riviera Maya que fueron a pasar la cuarentena a otras ciudades con su familia para no tener que pagar meses y meses de arriendo.
Algunos me llaman negativa, yo digo que ser realistas es una manera de poder tomar al toro por los cuernos. En un caso hipotético, HIPOTÉTICO, repito, porque estamos acostumbrados a leer una línea y dar por hecho que es una noticia, todos los hoteles, restaurantes y parques están abiertos. ¿Abiertos para quién?, a excepción de la chica entusiasmada que ahorró en cuarentena, muchísimas personas están viviendo con lo justo.
Dicen que durante los primeros meses se apunta al turismo local, turismo local en un país que se mantiene en alerta roja y que aún no autoriza actividades no esenciales. México ya entró en la macabra competencia de los países con más contagios en América Latina, lo que lo pone en una posición incómoda para el turismo extranjero que llegase a tener los medios para venir.
Les recuerdo también que las fronteras del mundo están cerradas, hay aerolíneas paralizadas y les voy a contar otra curiosidad: llegó la época de huracanes al Caribe, las lluvias de estos días han sido torrenciales y el viento empuja con fuerza tanto copas de los árboles como puertas de casas. En algunos estados ha habido inundaciones por la tormenta tropical Cristóbal y ya se prevén huracanes de diferentes categorías.
Me pregunto: ¿se reactiva el turismo? o, ¿se reabren algunas empresas relacionadas con el turismo? hay una gran diferencia.
Aún me resuena lo que leí del final biológico y social de la pandemia. En México cada vez hay más contagios por día, y el mismo gobierno acepta que las estadísticas son solo números, pues al no hacer pruebas masivas, que consideran como un desperdicio de recursos y de tiempo, el número real de contagiados debe ser por lo menos ocho veces más que el reportado.
El final biológico parece no acercarse, el virus está y seguirá habiendo gente enferma y fallecidos, lo que si es cierto es que está perdiendo popularidad y se está abriendo el panorama post-COVID. La mayoría están saliendo airosos de sus “vacaciones” de cuarentena, algunos aprovecharon la oportunidad para tomar otro rumbo y sacar provecho de la crisis, pero los más vulnerables tendrán la pandemia encima durante años y seguirán siendo estadística.
Tal cual el SIDA. Hace poco leí un comentario poco productivo pero que viene bien al caso: “al menos con el SIDA la gente se contagiaba por tener sexo, ahora solo por saludarse” Atención a la palabra clave: contagiaba, en pasado, del verbo ya no – decía una amiga -. El SIDA existe en presente, y en presente también se contagia, y hay personas que viven con la enfermedad porque tienen los recursos para pagar el tratamiento, pero hay millones que se han muerto y siguen muriendo por lo mismo y adivinen qué, sin haber tenido sexo.
Ubiquémonos un poquito, la realidad completa no está en los titulares sino en el día a día de la gente. Pido un alto a los mensajes que vienen de allá y que aseveran que todo está bien aquí, que si estoy en mi casa es porque se me antoja y que cuando quiera puedo volver a producir.
La que acabo de compartir es mi realidad, sigo confinada y sigo buscando la manera de transformarme para sobrevivir a la post-cuarentena, que ha desatado el delirio de que ha llegado la post-pandemia.
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Lee aquí otro post de esta serie: Día 21. Capricho de cuarentena