Siempre pensé que para conocer el desierto debía viajar hasta África, un continente en la lista de sueños. Sin embargo, estaba mucho más cerca de lo que imaginaba, y lo supe hasta que entrevisté a Mary para el capítulo de Perú en Cuentos de Mochila Radio. Ella comentó, orgullosa de su país, que el desierto de Ica no tenía nada que envidiarle al desierto del Sahara, habiendo estado en los dos. No conozco el Sahara, así que sería inútil si los comparara, pero el desierto de Ica me vibró tanto, que sin titubear puedo decir que para mí es uno de los lugares más bellos de Perú.
La Huacachina es un oasis en medio de este desierto, en el que han construido algunos hoteles y restaurantes. Aunque es una maravilla natural tener agua y árboles en medio de un desierto, las construcciones que bordean esta laguna la despojan de su encanto natural, y para seguir con la sinceridad, se aprovechan del turismo a una manera tal, que un banano que en cualquier otro lugar cuesta 30 céntimos, lo cobran a 1,50 soles, y eso solo por hablar de un producto. Sin embargo, el paisaje que la bordea es extraordinario.
VER LA DUNAS POR PRIMERA VEZ
Salimos desde Lima con el bus de Perú Hop (toda la info útil abajo), paramos en Paracas, una playa a un par de horas hacia el sur de la capital, y al día siguiente emprendimos camino a Huacachina.
Lo primero que salta a la vista una vez el bus se detiene a las afueras, porque las calles son muy chicas y no caben vehículos grandes, son dos montañas de arena que bordean el poblado, y en los filos de estas, se ven siluetas pequeñitas de personas que avanzan a paso lento tratando de alcanzar la cima.
No habíamos bajado del bus todavía, cuando empecé a jalar la camiseta de Re, como niña, pidiéndole que subiéramos una vez dejáramos las maletas en el hotel. Hay lugares así, que llenan al instante solo con la vista. Además era un sueño, de esos que tienes cuando apenas has cumplido diez, y viste en televisión un paisaje que se quedó grabado para siempre, y luego piensas en que querrías ir al desierto pero está demasiado lejos, y después sin saber cómo, estás allí.
Sobre las dunas había huellas que demarcaban los caminos menos complicados. Intentar crear nuevos senderos era agotador, por la cantidad abrumadora de arena que sumergía las botas y hasta parte de las pantorrillas, pero, aunque el esfuerzo se triplicara, era parte del juego de subir una montaña de arena en la que daban ganas de rodar y resbalarse.
El objetivo era llegar a la cima. Esta caminata es muy fácil comparada con otras de horas y días en las Cordillera, pero desatascar las suelas de la arena en cada paso complica el camino. La primera etapa fue llegar hasta el filo de la duna, aplanada por los zapatos de caminantes previos. Allí me detuve porque ya podía ver el desierto, y quedé pasmada. El horizonte estaba colmado de dunas, sombras al fondo de las más altas, y destellos de luces en la arena.
Ese día y todos los que estuvimos allí, subí a ver el desierto que se modifica cada día con el paso de viento. En un momento la arena se ve delicada, lisa, los filos de las dunas parecen tallados, pero una vez se toca, esa perfección desaparece y queda el rastro de las manos, de los pies descalzos y de los zapatos. Al otro día, de nuevo amanece perfecto como si nunca se hubiera tocado.
CACHITOS DE LUNA Y POLVO DE ESTRELLAS
Tubulares y sandboard son los tours en el desierto. El primero consiste en subir a unos mini autos, o buggys, con la suficiente potencia para atravesar las dunas y adentrarse en ellas. El segundo, en resbalar con una tabla desde la cima hasta el fondo, algunos por diversión y otros de manera profesional.
El día que quisimos subir a un tubular llegamos tarde, y a pesar de la gran oferta que existe en el pueblo, casi todos habían partido. Insistimos a pesar de la hora, y un hombre accedió a llevarnos con la condición de esperarlo porque debía hacer un recorrido previo. Lo inesperado muchas veces es aún mejor que lo planeado.
El hombre regresó y subimos a los tubulares que son como una montaña rusa, si bien podrían ir por caminos planos, suben las dunas para después bajar rápidamente por ellas y hacerte sentir que tienes el hígado en la garganta. La mejor parte es cuando se quedan en la cima y no sabes cuándo se va a descolgar el auto, es una pausa en la que se toma aliento para el siguiente grito entre asustado y divertido.
Nos adentramos bastante hasta el punto de no ver la Huacachina, ni siquiera Ica, una ciudad cercana bastante grande y fácil de ver desde la cima. Ya comenzaba a verse el atardecer, el sol brillante y la arena cada vez más amarilla. El frío se sentía. Sentados sobre la arena, nos enteramos que el hombre de los tubulares se dirigía a la fiesta de 15 años de su hija en mitad del desierto, y nos invitó a ir con él.
Ya no había luz natural, apenas se veían las bombillas de los tubulares y los cachitos de la luna rodeados de lo que parecía polvo de estrellas, o más bien, esa parte de la luna que no se ve completamente, pero que está allí.
Nos adentramos mucho más, hasta un lugar al que no hubiéramos llegado si hubiéramos subido a otro tour. La fiesta era en una gran carpa llena de luces y comida en medio de las dunas, parecía un aquelarre o algún encuentro místico. Aunque no lo fuera, así se sentía la energía por el frío, la oscuridad, las estrellas y el fuego ardiendo.
Nos mantuvimos cerca al fuego divagando, mientras nos llevaban comida y bebidas. Luego subimos a las dunas y nos alejamos de las luces para ver las estrellas. Al cielo no le sabían más puntos brillantes ni más belleza. Al otro lado de la fiesta, donde no alumbraba ninguna luz artificial ni natural, se veían algunas dunas grises, oscuras, era tenebroso y al mismo tiempo exótico.
Bajamos a media noche en los tubulares. El conductor jugó de nuevo a subir y bajar dunas, pero a falta de luz no sabíamos cuándo terminaba una y empezaba otra, solo se escuchaban los gritos de los chicos en todos los autos de la fiesta que volvían a Huacachina.
Finalmente este primer encuentro soñado con el desierto fue mágico. Los elementos y las circunstancias se complementaron para sentir esa energía poderosa de un lugar enigmático y a pesar del turismo, solitario.
INFO ÚTIL
TRANSPORTE
Les recomiendo 100% Peru Hop, les explico cómo funciona:
1. Buscan el recorrido que quieran hacer en el sur de Perú en su página web. Van desde Lima hasta Cuzco pasando por diferentes ciudades.
2. Reservan según los días y el tiempo que tengan.
3. Dejan todo el transporte en manos de Perú Hop y se olvidan de terminales, colectivos y horarios apretados.
PERÚ HOP RECOMENDADÍSIMO
*Cada bus es estupendo por la comodidad y la seguridad.
*Van con un guía que les ayuda a hacer reservas de hoteles y de actividades a cada ciudad en la que decidan parar.
*Descuentos con operadores y hoteles muy buenos por viajar con Peru Hop.
*Dentro de cada recorrido que elijan hay algunas actividades incluidas en el precio, como la visita a la Reserva Nacional de Paracas.
*Lo mejor, es que hay flexibilidad total. Ustedes compran el pasaje y lo pueden utilizar durante un año. Si quieren cambiar sus fechas de viaje solo se meten a la página y las cambian sin cobros extra, esto incluye cada parada que hagan en el recorrido.
Por ejemplo, el bus que nos llevó de Paracas a Huacachina salía al día siguiente de la llegada, pero nos gustó tanto el desierto, que decidimos cambiar la reserva e irnos una semana después. Lo hicimos a través de la web fácil y sin cobros extras.
RECOMENDADÍSIMO.
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