30 de Septiembre de 2015
Me voy acostumbrando a los chiflidos en la calle, a las vulgaridades, a los acercamientos físicos innecesarios que cada día preveo más. La culpa me ha hecho divagar porque soy una viajera sin contacto humano ni cultural, he levantado un muro ante una cultura tan rica en historia y tan diferente a la mía esencialmente por su sistema económico, me he aislado y prefiero en ocasiones huir de conversaciones sobre todo en las calles.
Hoy estoy en Cienfuegos, recorrí durante el día la ciudad caminando y la encontré muy parecida a La Habana pero en menor dimensión, todo aquí es antiguo, descascarado, hay alguna arquitectura colonial que aún preservan, cientos de bacones con ropa colgando, frutas al aire para la venta y colores que me remiten a otra época. Los sonidos si son diferentes, los tambores en las ventanas no se escuchan como en la capital, hay un extraño silencio musical y sin embargo quedan los alaridos de la gente al hablar y los incómodos chiflidos.
Caminando por un boulevard a media tarde, me gané los insultos de un cubano. Si les presto atención me proponen llevarme a la cama, si omito sus palabras y dejo que el viento se las lleve, me insultan. Comenzó cuando un hombre me gritaba desde una silla “ey España”, “Argentina mírame”, “mamasita mexicana”, lo ignoraba porque sonreír o saludar al menos en La Habana y en Varadero, suponía para los hombres una invitación, y corregir que era colombiana era la previa a “la tierra de Pablo Escobar, ¿traes algo encima?”. Luego de muchos gritos, como si el hombre no supiera que lo estaba ignorando, se levantó y me gritó: “¿quién te crees para no hablarle a un cubano? ¿Acaso te molestan los negros?, blanca”. El amigo lo retuvo antes que su ira hiciera de él un nudo de estupideces diciéndole: “deja en paz a esa mujer, sólo con verla ya sabemos qué clase de persona es”. ¿Acaso qué clase de persona soy?, me pregunté, pero preferí seguir mi camino ignorando la situación.
Llegué entonces a un muelle, ¡ah, los muelles! Una de tantas obsesiones en mis viajes. Me senté en una banca blanca a ver a los pescadores fumando habanos y charlando sobre un viejo navío. No pasó más de un minuto cuando Usmel, un pescador oriundo de Cienfuegos se sentó a hablarme de fútbol colombiano. No me molesta que me hablen, me alegra, pero no entiendo la necesidad de girar su cuerpo en dirección al mío, estirar los brazos detrás de mi espalda y bajar el tronco para hablarme casi al oído. A pesar de su posición corporal que yo evitaba corriéndome en la silla, la charla se daba interesante, me habló del socialismo en decadencia, de su posición frente al sistema económico y político de Cuba, de Pablo Escobar –obviamente- y remató con la frase “yo soy un hombre espirituoso”, para dar inicio a su verborrea descabellada, tan lejana de la amena charla previa.
“Yo sé leer el pasado, el presente y el futuro. Solo con mirarte yo sé que te gusta el rock y que tienes uno, no perdón dos, no, tres hermanos, o tal vez una hermana, eso es, tienes una sola hermana. Sé que no tienes hijos y que eres una niña de más o menos 20 años.”
Para ese momento yo me reía interiormente y lo miraba con asombro, atinó al rock, a los hijos lo que parecía obvio luego de haberle dicho que llevaba mucho tiempo viajando sola, pero no a los hermanos y mucho menos a la edad.
Prosiguió “Tú no estás con Cristo ni con el Espíritu Santo”, me dijo levantando su camisa y mostrándome su mensaje con una oración y una imagen de la cara de Cristo. “Lo sé porque en tus ojos veo la infelicidad y esa tristeza proviene de la falta de una pareja, porque una mujer es media naranja si no tiene a un hombre que la mantenga y la trate como a una reina. Sé que sólo has estado con un hombre en toda tu vida…”
Me reí mucho sin vergüenza de su reacción.
“…has tenido solo un novio y no te han hecho mujer, ese que tuviste te maltrató y te dejó porque eres muy celosa y no lo dejabas ser libre. Ningún hombre te ha querido, veo en tu pasado y en tu presente como lloras porque te hace falta el complemento de la vida. No deberías viajar más porque eso te hace quedar mal como mujer, busca en cambio a un hombre que te compre cosas, que te saque de la casa a pasear y que trabaje para que tu solo tengas que recibir su dinero y sus regalos. Pero mi amor, estás muy mal, el camino que decidiste es incorrecto porque no sabes tener una relación, es muy raro ver a una mujer tan guapa sola, tú podrías conseguir un hombre muy fácil, tienes un cuerpo bonito y una cara bella”.
Su torso tatuado comenzó a acercarse mucho más de la cuenta y me levanté de la silla.
“No estoy de acuerdo contigo Usmel. Ser una naranja completa depende solo de mí, no está de más un compañero de vida pero el día que lo encuentre quiero que sea por amor y no por necesidad. Soy una persona independiente, no tengo que esperar a que un hombre o cualquiera haga todo por mí, me compre regalos y trabaje para mantenerme ya que tengo la capacidad de hacerlo, estoy completa física y mentalmente, y no es una deshonra ser una mujer que sueña y lucha por lo que quiere, aunque eso aleje a los hombres que se quedaron 200 años atrás en sus ideas y pensamientos…”
Me sorprendía que no me dijera nada a esa altura de la conversación, me dejaba hablar y expulsar los calambres de rabia que me aturdían.
“…Y si, adivinaste. He llorado Usmel, pero no por la falta de un hombre sino porque ustedes son insoportables y creen que pueden acosarme y convencerme con sus palabras. Tu cultura es irrespetuosa con la mujer, nos ven como objetos. A mí me enamora un hombre que me vea desde adentro, que admire mi espíritu aventurero, mi trabajo y me apoye en mis decisiones de vida, no uno que me diga que soy bonita y me ofrezca dinero. Eso, es para mí un irrespeto”.
Estiré la mano, sonreí y me despedí de Usmel, nunca me interrumpió pero si se rio y se despidió. Cuando ya estaba a unos pasos, grito: “nenita, cuando quieras voy a estar en el muelle para invitarte a hacerte mujer”
No titubeé en mi paso, solo ratifiqué que es difícil para mí una conversación callejera con los cubanos y que es una manera generalizada de pensamiento. No es buena ni mala, contra eso no puedo hacer nada, solo debo aceptar que mi viaje es aquí, que debo respetarlos así sienta irrespeto hacia mi forma de pensamiento, que los choques culturales son inevitables y que es fundamental entenderlo si quiero vivir de viaje.
Este post corresponde a una serie de 17 escritos de Cuba, uno por cada día que estuve en la isla. Para leer el día diez puedes seguir este enlace: Día 10 .Una Idea de Revolución