Aunque diario intente conectarme con el momento y aceptar que lo único que está en mis manos es mantener la cordura, no puedo bloquear los recuerdos más recientes. Me veo leyendo líneas inconexas de diarios del mundo, acerca de esta irrealidad que veía inofensiva.
No puedo dejar de pensar cómo todo cambió en un instante.
Ahora, nos veo como protagonistas de una producción cinematográfica, de un documental que mis nietos imaginarios verán en 50 años y se preguntarán cuándo nos dimos cuenta que esto era real.
Es así, como los documentales de catástrofes me atrapan. El momento previo al suceso es en el que siento empatía, pues las personas despiertan como si fuera un día común, solo uno más, se toman una taza de té, barren el pórtico y después, sin entender porque, están siendo arrastrados por millones de litros de agua salada que arrastran casas, autos y árboles.
Contrario a sentir fascinación el antes me hace vernos vulnerables, y esa vulnerabilidad me permite disfrutar el instante, pues, así como les sucedió a los protagonistas de ese documental, en el próximo minuto una ola podría arrasar con mi presente. Al fin y al cabo, ellos tampoco sabían lo que estaba por suceder.
Siento que ahora somos parte de un presente previsible y evitable. Es sabido, que la mayoría de crisis hubieran podido evitarse si no hubiese existido arrogancia, negligencia o desinformación. Ahora estamos aquí, pataleando para poder contar la historia.
Poco a poco voy a entrando en la etapa de aceptación. Desde el día que perdí mi trabajo y fui al supermercado para encontrarme con las estanterías de arroz y lentejas vacías, entendí que esto no duraría 15 días, como muchos aún lo imaginan, que las medidas extremas no están necesariamente basadas en la histeria, y que la negación es un mecanismo de defensa personal válido para controlar los estados de angustia y ansiedad.
El momento previo a esta realidad, lo veo tan lejos, como si hubiese pasado una década a pesar de llevar solo 12 días de confinamiento. Ahora se habla del futuro y de cómo el mundo podría no volver a ser como lo conocíamos, para mí ya no es igual.
La ola llegó, está arrasando con miles de personas, con algunos sueños, hasta con el sistema económico, pero me queda la esperanza de saber que todo pasa, siempre. Que ni las guerras más sangrientas, ni los terremotos más devastadores, ni los tsunamis, ni las anteriores pandemias, ni las bombas atómicas han podido arrasar con el espíritu humano, no somos invencibles, pero si somos lo suficientemente fuertes como para salir de esta y de la que venga.
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Idea #7 para no enloquecer en esta cuarentena:
Jugar. Durante estos días una de las actividades que más me ha distraído es volver a los juegos de mesa. La mente se distrae, es un momento para evitar el celular, las noticias y la repetidera del mismo tema, y también puede ser muy divertido si se juega en familia o en pareja.