Metáfora Hecha de Metáforas

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Aún percibo el colorido olor primaveral en aquel lugar zambullido entre la selva, cuyos árboles esmeralda eran tan grandes como Gulliver en el pequeño espacio que ocupaban del universo. El agua que los alimentaba, no destellaba diminutos diamantes cuando el sol la golpeaba, parecía más bien un río surcando la superficie marciana, opaco como las piedras que mis gomas pateaban. El cielo era de algodón, decenas de nubes inundaban el techo celeste y los rayos incandescentes que los cruzaban jugaban a crear ilusiones de colores llamadas arco iris sumergidas entre la espuma de las cataratas.

La inmovilidad allí era inexistente. El viento bailaba con las hojas, los pájaros cantaban componiendo una atmósfera, las mariposas se mezclaban y pintaban el camino de infinitos colores, el sol escupía oleadas de intenso calor y el río corría presuroso con ánimo de estallar y sin miedo de morir en el abismo. Era un vivaz reflejo de la vida misma.

Allí estaba imaginándome contigo en la miel de un abrazo y delirando ilusiones más coloridas que las propias flores. Las gotas de un solo segundo de lluvia que amenazaba una nube gris como algunas sensaciones fugaces, me acariciaban la piel emplumada y me regalaban estados de diminuto éxtasis. Éramos la selva, mi fantasía y yo.

Absorta en la pintura ante mis ojos, le permití a mi anatomía deslizarse bajo el verde manzana de los brócolis enraizados y en medio de las sonoras cortinas aguadas procedentes de la aparente eternidad cerca al cielo. Flotando sin rumbo pude ver detrás de un espino una perlada sonrisa con labios de camaleón perdidos en la oscuridad y dos bolas de cristal refulgiendo una fija mirada. Una descarga electrizó mi dorso y traté de escapar corriendo como la liebre del viejo cuento, pero mis piernas eran irritantes tortugas que parecían sumergirme en la mirada y arrastrarme hacia la sonrisa.

No hubo más remedio que dejarme manejar como lo haría un titiritero y hundirme en las inquietantes formas hasta descubrir que no eran más que un espejo. Sólo éramos la selva, mi fantasía y yo.

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Natalia Méndez Sarmiento

Natalia Méndez Sarmiento

Voy por el mundo con una mochila al hombro y una libreta recolectando historias, experiencias, sensaciones, conociendo personas, disfrutando paisajes y escribiendo para difundir mi pasión por los viajes.
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