Con Y de Yuxtaponer

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Este post corresponde a “Días de Abecedario”, un juego del que participé cuando viajaba por Centro América, en el que cada día debía escribir basándome en una palabra que empezara con cada letra del abecedario. Algunos de esos 26 escritos incluyendo este, los comparto en el blog.

Tardé en darle fin al juego del abecedario, solo resta un fulgor de creatividad con z  para escribir sobre cualquier cosa que signifique todo. Las últimas letras han sido un desafío para el reducido vocabulario que acumula mi pequeño diccionario mental al que le faltan palabras con w, x, y parece que con Y también. Además de yoyo, yo, yegua, yunque y unas pocas más, incluso yuxtaponer, no he sido capaz de poner en marcha el penúltimo desafío sin un vistazo anticipado al real diccionario donde las plantas herbáceas, gramíneas, frutos y otras se llevan las pocas páginas de la Y. Yabuna, yacal, yataí, yuyuba…  hasta un yaraví dulce y melancólico de origen incaico, según la RAE, que ya no es una planta pero sí una melodía que se asocia a mis días más azules.

Para no repetirme, con la pretensión de componer un escrito que evoque odiseas interiores no contadas, yuxtapuse los 24 arrebatos de expresión que hasta hoy he redactado y los leí rememorando inconstantes instancias. Un día de febrero el juego comenzó con la inútil idea de terminarlo en 26 días, pero a mayo me quedan letras y mucho por decir. Han sido tres meses de emociones tambaleantes compiladas en un juego; leerlos fue también una yuxtaposición espontánea de sentimientos y remembranzas, oscilé entre la fantasía de días de ensueño, pasados a los que aún me aferro y días que recuerdo oscuros aunque el sol brillara sobre mí. He escrito realidades, ficciones, evocaciones, cartas, mensajes ocultos y viajes geográficos, todos haciendo parte de un singular viaje interior.

Noventa días parecen poco en una vida, pero su torrente de esencia es imparable cuando se vive de viaje. Hay quienes creen que en cada minuto me siento irracionalmente feliz, como el día en que llegué a México y comprendí que había logrado un objetivo a pesar de las pruebas que me regaló la vida, o cuando las coincidencias de reencuentros me coparon el alma de cariño. Sin embargo y sin vergüenza escribo que existen momentos en los que no encuentro felicidad, no fue necesario leer 24 escritos para tenerlo presente, pero si fue eficaz yuxtaponerlos para leer la evolución a través de mi tiempo.

Me han preguntado a modo de reclamo a veces con molestia, a veces con preocupación, cómo es posible no encontrar siempre una sonrisa y paz interior si estoy en medio de un viaje, si recorro el mundo, si conozco lo que quiero, si piso arenas blancas como harina y me empapo con agua turquesa, entonces he concluido que este viaje sin proponérmelo, ha sido una búsqueda y un encuentro, sin saberlo previamente necesitaba hallarme y hacer un viaje al interior de la geografía de mi espíritu, de mi vida, de mis contra formas, mis contravías, mis contradicciones, mis ideas, mis odios, mis amores, mis heridas, mis guerras. He tenido el tiempo suficiente para pensarme y repensarme, comprenderme, cuestionarme, castigarme y perdonarme. Este juego narra los capítulos de ese viaje paralelo que me he atrevido a publicar, para comprenderme y gritar que no es la visita a Tikal o el avistamiento de una cascada cristalina lo que me desborda de energía, sino cómo me siento conmigo. La percepción del río azul o marrón no es el río, soy yo. La vida me ha yuxtapuesto hombro a hombro con mis espejos, compañeros del camino que me han enseñado variadas perspectivas del viaje, todos buscamos algo diferente y de la misma manera lo vemos. Lo que nunca debo olvidar es abrir los ojos para no perderme, para darme cuenta donde estoy.

Tantas yuxtaposiciones a la par de comparaciones me sorprenden porque puedo vislumbrar la variabilidad de los días, de los meses y de las nociones. Soy un océano fluyendo, no mantengo un estatus de cierto sentimiento, me tambaleo en mareas, me he atrevido a involucrar a los que quiero en mis tormentas comprendiéndolos también como caminantes de balanzas en universos de miedos. Mentiría si escribo que nunca me he preguntado qué hago aquí, cuál es mi objetivo, si digo que todo me emociona y que siempre vibro, lo hago, pero no siempre es así, sobre todo cuando busco la felicidad en el exterior, en los que están yuxtapuestos a mí y no en lo que soy, en que hago, en lo que quiero, en mí.

Escribir los Días de Abecedario fue la narración de mis emociones en medio de un juego, un encuentro de una búsqueda que no parecía estuviese haciendo. He contado mis viajes por el mundo desde la Patagonia hasta El Salvador y me falta todo por contar de otros mundos que ya he pisado pero no he narrado. Escribo un blog de viajes, crónicas de mochileos, guías de destinos, aventuras caminantes. Hasta ahora me encuentro con la historia de mi viaje interior, uno que a veces no se cuenta, se reserva, se reprime, pero es imposible andar por planetas sin miradas profundas a lo etéreo.

¡Cuántos relatos de felicidad, de nostalgia, de tristeza! ¡Cuántas despedidas, mensajes, gritos al viento!  todos son un trozo indispensable de mi vida, desde el reclamo de la A para ella, mi alejada amiga que regresó, las remembranzas de otros tiempos con mi hermano con F de fruta, los mensajes con v de volver y hasta la ridícula rima con R que me divirtió. ¿En esta línea de tiempo he evolucionado? me pregunto. Volveré a jugar y a escribir sobre otro tipo de viajes, los yuxtapondré y si son más escritos amarillos que azules, me daré cuenta que me encontré.

 

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Natalia Méndez Sarmiento

Natalia Méndez Sarmiento

Voy por el mundo con una mochila al hombro y una libreta recolectando historias, experiencias, sensaciones, conociendo personas, disfrutando paisajes y escribiendo para difundir mi pasión por los viajes.
Natalia Méndez Sarmiento

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