Nazca, Un Enigma Larousse

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Cuando tenía diez años, me dedicaba a leer todo aquello relativo a misterios y fenómenos paranormales así me asustara y no pudiera dormir. Había un libro en mi casa que se titulaba Los Grandes Enigmas de Larousse y era mi preferido sobre cualquier otro en la biblioteca, porque contenía cientos de páginas con historias, teorías y lugares que guardaban acontecimientos inexplicables. Uno de los capítulos era sobre la líneas de Nazca, a mi corta edad, aún no tenía referencias claras de las distancias y el espacio en la Tierra por lo que pensaba que Perú era un lugar inalcanzable y muy lejos de mi casa, todo lo contrario a lo que pienso ahora cuando veo un mapamundi y por alguna razón, tal vez por mi ambición, me parece que el mundo es pequeño y siento que no es imposible darle la vuelta.

Al ver las fotografías y leer la historia de unas líneas inmensas con formas sobre el desierto, decidí que algún día de mi vida tenía que conocerlas; quería saber si de verdad eran grandes, si alguien pasaba todas las noches con un palo repasando las líneas para evitar que se borraran o cual era el truco con el que querían engañarme. Al crecer Perú se acercó, razoné un poco más sobre la historia y la curiosidad por Nazca permaneció intacta. Estando tan cerca tenía que ir.

Salimos con Rodrigo en horas de la noche desde Cusco para llegar en la mañana a Nazca, como aprendí a hacer, me dormí antes que la cordillera me hiciera vomitar, ya había sido suficiente la enfermedad de Aguas Calientes y Machu Picchu. No recuerdo entonces la carretera pero al abrir los ojos al día siguiente el paisaje había cambiado de manera extrema, ya no me circundaban montañas inmensas, árboles y verde, sino colores terrosos y áridos desiertos.

 Un taxista en el centro de Nazca nos vio con maletas y supo que éramos el blanco perfecto para hacer su primer recorrido de la mañana y llevarnos al lugar de los sobrevuelos. Pagamos 150 dólares por subirnos a una avioneta; Rodrigo estaba asustado por su temor a las alturas y yo tenía la ansiedad de la larga espera.

Nos subimos en la avioneta y no sabía exactamente que esperar; además de sentir que me estaba dando un gran lujo haciendo un plan descontextualizado de todo el resto del viaje caminando, trabajando y ahorrando, sentía que por fin descubriría el misterio del libro. El piloto nos preparó no para lo que íbamos a ver, sino para el mareo que podríamos sentir y despegó.
Nazca

Nazca

Al principio no podía entenderlas bien, ignoraba que todo el desierto pareciera un pupitre de colegio rayado, pensaba que las únicas líneas que iba a ver tenían formas representativas que habían elaborado los indígenas pero no era así, y aunque el copiloto intentaba mostrarnos algunas figuras no lograba distinguirlas. Unos minutos después nos adentramos en la planicie de Nazca y con gran emoción empecé a ver lo que el libro me había mostrado en fotos. Eran impresionantes, el tamaño era muy pequeño desde mi perspectiva porque la avioneta estaba muy lejos, así que se veían a una gran distancia pero las formas eran detalladas, se podían ver perfectamente trazadas sobre el suelo algunas más que otras pero ahí estaban. Por un momento sentí que nada estaba lejos de mi alcance, si en ese momento podía ver en vivo una de las páginas de Los Grandes Enigmas de Larousse, mañana podría estar en la Ciudad Rosa de Petra, un capítulo de otro libro que mi mamá guardaba y yo sacaba para ver las fotografías de Las Siete Maravillas del Mundo.

NazcaEl motivo decepcionante de la visita, fue no encontrar la manera de descubrir el secreto que juraba y sigo jurando que tienen las líneas, a causa de la poca información que nos dieron respecto al origen de la cultura Nazca, el descubrimiento de las líneas y demás pormenores históricos, antropológicos, culturales y arqueológicos. Sin embargo no dejó de impresionarme que las figuras se conservaran en el desierto después de cientos de años y por supuesto, la habilidad mental y física de los hombres que las elaboraron.

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Natalia Méndez Sarmiento

Natalia Méndez Sarmiento

Voy por el mundo con una mochila al hombro y una libreta recolectando historias, experiencias, sensaciones, conociendo personas, disfrutando paisajes y escribiendo para difundir mi pasión por los viajes.
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