Recorrer Cali por un cholado

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Cholado:

Ensalada de frutas con hielo raspado, salsas y leche condensada, típico del departamento del Valle del Cauca en Colombia.

El día que llegamos a Cali – con Re – era festivo y muy temprano, así que todo estaba cerrado y no teníamos a la mano información. Luego de tomar una camioneta en el terminal de buses y otra más en algún lugar donde la anterior nos había dejado, llegamos al barrio San Antonio, antiguo, con andenes tan empinados que cortaban el aliento, y numerosos murales.

Aunque esa mañana solitaria, Cali parecía una ciudad fantasma, al llegar la tarde comenzamos a respirar alegría, salsa, razas y sabor en las enormes caderas de las mujeres y la piel de los hombres. Subimos hasta la capilla de San Antonio – claro, sin saber que lo estábamos haciendo porque en esta ciudad estuvimos casi siempre perdidos -, y nos encontramos al atardecer con un cúmulo de caleños y turistas que disfrutaban de artesanías, cuenteros, mazorcas asadas, aborrajado y marranitas. Así supimos desde la primera tarde que aunque nuestras costumbres fueran diurnas, debíamos aprovechar las noches porque era el momento en que Cali mejor vibraba.

cali
Fue inevitable tomarnos varias fotos frente a los murales. Foto tomada por @giovasjr (Instagram)
Les presento a Re

Re es un apasionado por la gastronomía y un super chef en potencia, además mexicano, lo que lo hizo un amante de la comida callejera en manos nativas. Así como él me llevaba a comer quesadillas y sopes en el mercado de Coyoacán (Ciudad de México), yo lo quise llevar a probar todas las delicias vallunas que no tuvieran carne.

El propósito fue perdernos por la ciudad mientras buscábamos el primer objetivo: un cholado. Tranquilos, sin prisa y un poco acalorados comenzamos la caminata por la ribera del río Cali y sus alrededores. Además de la amabilidad de los habitantes, que no se ahorraban una sonrisa para responder y parecían ralentizar el tiempo con su paso pausado y coqueto, los murales le daban vida a la ciudad. Estos, fueron elaborados en su mayoría tras la Bienal de Muralismo y Arte, por artistas de todo el mundo, con el fin embellecer el entorno y crear una atmósfera festiva. En este bulevar también estaban Las Gatas del Río, esculturas de felinas intervenidas cada una por un artista diferente. Otra muestra del color y la alegría de Cali a través del arte.

gatas cali
Una de tantas gatitas. Ésta, durmiendo junto al río.

Luego decidimos tomar un «turibus», mejor dicho, el Mío, que es el sistema de transporte público de la ciudad. La intención era bajarnos donde la vista nos invitara a hacerlo, o donde encontráramos una venta de cholados. Así fue como nos alimentamos de los contrastes de Cali  y recorrimos diferentes zonas de la ciudad, de las cuales nos inventamos los nombres (no se guíen por ellos):

Zona Industrial:

Eran grandes lotes con pastizales secos a su alrededor y bloques de cemento que parecían fábricas. Los vimos a través de las ventanas del bus y nos preguntábamos si en realidad habíamos tomado una buena decisión de tomar esa dirección, porque ya nos estábamos aburriendo con la vista monótona. Nos obligaron a bajarnos en una terminal que se encontraba en la mitad de potreros enormes… no había nada que hacer allí. ¿Alguien sabe en dónde nos encontrábamos?

Chipichape:

Tomamos el primer Mío que paró así no supiéramos el destino – esa era la idea – y nos comenzamos a introducir por barrios residenciales. Todo parecía muy tranquilo. Casas, tiendas pequeñas y algunos paseadores de perros caminaban por una calzada rodeada de árboles. Pasamos frente a un centro comercial: Chipichape, no nos apetecía entrar en éste y a sus alrededores no veíamos ni un solo vendedor de cholados. La búsqueda se comenzó a deformar, ya no importaba que comeríamos mientras encontráramos un puesto en la calle.

Perdidos, sin saber cómo, regresamos al mismo punto en el que habíamos iniciado junto al río. La ruta de ese bus era circular, así que decidimos no bajarnos y seguir en sentido contrario al que habíamos ido antes, esperando no volver a la misma estación sin habernos bajado al menos una vez.

Detrás de la pintura:

Estábamos hospedados en un barrio pintoresco y habíamos recorrido zonas apacibles, artísticas y estéticamente bellas. Pero como en todas las ciudades, otras realidades también se dibujaban. El bus se adentró en un lugar sombrío. Basura por montón volaba con el viento y otros montículos atiborraban el suelo. Los habitantes ya no se veían alegres y no había un tono vivaz en sus acciones ni en sus miradas. Muchos de ellos habían hecho de la calle su casa y dormían en las aceras o caminaban en harapos.

¿Y lo que acabábamos de ver?:

De repente, unos kilómetros más adelante el panorama se transformó de manera abrupta y empezamos a recorrer la Calle Quinta, una avenida emblemática de Cali. Había centros comerciales, clubes, universidades, edificios residenciales y algunos músicos callejeros en el Mío que amenizaban el viaje.

Más o menos tres horas estuvimos dando vueltas, pero nunca vimos lo que esperábamos: una persona vendiendo cholados. Casi llegando la tarde, nos bajamos en el mismo bulevar peatonal donde habíamos iniciado. Preguntamos por cholados, como no, y nos dijeron que si habíamos estado en la Quinta, debíamos haberlos visto porque vendían por montón. Nos dieron las indicaciones para regresar, pero ya la búsqueda había perdido sentido.

Así que reemplazamos este especie de ensalada frutal por un jugo de caña o guarapo. En un trapiche, una mujer exprimía largas cañas y su jugo se adentraba entre recovecos hasta caer en un vasija, luego volvía a hacer el proceso pero con limón y así quedaba una mezcla exquisita para calmar la sed.

La Ermita es una iglesia famosa en Cali por su arquitectura. En la noche desplegaba luz como la gente en la ciudad.

El silencio de la mañana se fue disipando cuando entró la noche. Cientos de personas estaban reunidas junto al río comiendo, caminando, comprando artesanías, e incluso bailando. Puede que no literalmente, pero su movimiento al caminar era casi como una danza. Había música, telescopios para ver las estrellas y una inmensa luna llena.

Teníamos hambre, Re estaba fastidiado porque le había prometido que nos comeríamos un cholado, de hecho, le habíamos dado la vuelta a la ciudad solo por uno, y ni ahí, en ese mar de gente y de ventas callejeras pudimos encontrarlo.

De manera que terminamos la noche sentados, escuchando tambores y comiendo champus. Suena a un anticaspa o un rinse con olor a frutas tropicales, pero ciertamente es un engendro caleño rarísimo pero exiquisito con lulo, piña, panela y maíz. Extraña mezcla de sabor y textura en la boca.

Para la próxima vez que vaya a Cali:
¿alguien me puede indicar dónde comprar un cholado?

 

Datos útiles

¿Cómo llegar?
Si llegas al aeropuerto, puedes tomar un taxi o un bus público hasta el terminal de buses de la ciudad. Desde allí, sobre la avenida frente al terminal, pasan unas camionetas que funcionan como servicio colectivo y te dejan donde les pidas mientras esté en la ruta que cubren. Eso sí, si no conoces muy bien Cali, no vas a tener idea en dónde decirle al conductor que pare, así que pregunta antes de subirte.

¿Dónde dormir?
La mayoría de hospedajes económicos se encuentran en el barrio San Antonio. Nosotros preguntamos en varios y hay desde $10.000 (habitaciones sin puerta ni ventana, es la verdad) y de allí comienzan a subir los precios dependiendo el tipo de hostal. Hay muchas opciones, solo tienes que caminar un poco hasta encontrar la que más te guste.

¿Qué comer?
Hay muchísima comida callejera en el centro, así como restaurantes con almuerzos muy completos desde $7.000 (nos comíamos uno entre Re y yo) Si no tienes costumbres vegetarianas va a ser mucho más fácil comer en Cali, si las tienes, sobrevives como yo: a punta de aborrajados (una especie de envueltos de plátano), frutas, arroces y mazorcas.

 

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Natalia Méndez Sarmiento

Natalia Méndez Sarmiento

Voy por el mundo con una mochila al hombro y una libreta recolectando historias, experiencias, sensaciones, conociendo personas, disfrutando paisajes y escribiendo para difundir mi pasión por los viajes.
Natalia Méndez Sarmiento

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