Existen diferentes maneras de llegar a Panamá desde Colombia; por ejemplo tomando un velero en Cartagena, una lancha en Capurganá, o maneras menos ortodoxas como subir a un barco lleno de mariscos y tal vez, quedar con un rico hedor a pescado el resto de la semana. Yo decidí hacer uso de la manera más fácil, rápida y comparada con algunos casos más económica, el avión.
El problema de esta frontera entre países tan cercanos geográficamente, pero tan distantes a la hora de viajar entre uno y otro tiene su nombre: el Tapón del Darién. Ya con la palabra “tapón” se puede ir uno imaginando un gran obstáculo geográfico y no es para menos, es una selva espesa que mató miles de personas durante la construcción del Canal de Panamá y muchos se han visto en problemas cuando osadamente piensan que pueden ganar la batalla contra la naturaleza. Enterada de la existencia de esta selva y con ganas de llegar pronto a mi destino, tomé un avión desde Bogotá hacia Ciudad de Panamá, un vuelo que duró apenas una hora.
El día que llegué me pidieron en migración dinero en efectivo para demostrar solvencia económica, pasaje de salida del país y dirección del lugar donde iba a hospedarme. Al pasar las puertas del aeropuerto, supe que estar en la ciudad me iba a costar bastante dinero. 30 dólares me estaban cobrando por subirme a una furgoneta llena de personas en un corto trayecto de 20 minutos. No quería pagar tanto, así que hablé con un tipo gigante que a primera vista me asustó, pero al sonreír me di cuenta que su robustez no reflejaba su personalidad y le pedí que me llevara por menos dinero. Empezó bajando a 25, luego a 20 y cuando aparecieron 3 españoles que iban hacia el mismo lugar que yo y sin dudarlo cada uno pagó los 30, me dijo: “última oferta, por 15 UDS la llevo si se sube con ellos en la van”, trato hecho.
De entrada me topé con una ciudad que pareciera tener mucho dinero. Edificios altos y blancos, algunos rascacielos con ventanas polarizadas y autos de marca. Pero caminando y andando luego en bus, me encontré con un contraste casi inadmisible. De una calle llena de edificios donde los más adinerados invierten y centros comerciales enormes, pasaba a estar frente a lugares que parecían caerse a pedazos, con personas hacinadas que se veían a través de los balcones llenos de ropa colgando y donde me decían que no se me ocurriera pasar por allí porque era muy peligroso.
En un ciudad de contrastes y relativamente pequeña, pensé que podía conocer mucho e ir de un lugar a otro sin problemas, pero la realidad es que para desplazarme me tocaba tomar 2 y hasta 3 buses, es fácil perderse. Vengo de Bogotá, una ciudad con 8 millones de habitantes, tan grande que no se alcanza a ver en su totalidad desde el mirador de Monserrate a 3000 metros. de altura y tan desorganizada que debía haberme convertido en una experta para desplazarme en esa y otras ciudades, pero en Panamá no fue así. Una semana después de estar allí, aún no entendía el orden de las calles y cuando preguntaba una dirección, siempre me respondían que allí no se ubican por direcciones sino por “el árbol rojo frente a…”, “el restaurante de pared amarilla al lado de…” es imposible ubicarse fácil, por lo menos para mí.
Con esta introducción de Ciudad de Panamá a través de mi experiencia llego al título del post, mi top de lugares por conocer. Se preguntarán porque es tan corto para una ciudad tan moderna, ¿solo 5?, si solo cinco. La razón es que hay muchas cosas por hacer en esta ciudad, pero la mayoría son planes lejos, muy lejos de un viaje mochilero. Si les gustan las compras, los buenos restaurantes y la vida nocturna, tal vez encuentren un “top 10″ de lugares por visitar, si por el contrario como a mi les gusta caminar de un lado a otro, prefieren tomar una merienda hecha por ustedes frente en un malecón y a las diez de la noche ya están durmiendo, entonces este listado les puede ayudar.
1. El Canal
Ir a Ciudad de Panamá y no ir al canal es como no haber ido, es casi una visita obligada, aunque estas por lo general no son las más sorprendentes. No me encantan las obras de ingeniería y por más impresionantes que sean difícilmente me deslumbran, pero este lugar me gustó en especial por su historia, una lucha en la que la naturaleza casi logra imponerse sobre la mano del hombre.
Para legar allí tomé un bus hacia Miraflores que me dejó frente a la entrada. El costo para extranjeros es de 15 dólares, con ese tiquete pude entrar a un museo, a una película sobre el canal y por supuesto a las graderías desde la cuales se pueden ver las esclusas. No logré ver todo el proceso de paso de los barcos, es necesario esperar a que suceda durante varias horas sobre todo en días en que el paso de estos es escaso. Sin embargo pude ver como poco a poco el nivel del agua cambia y los barcos enormes suben y bajan con esta. Pensaba en ese momento en mi hermano y mi papá y me hubiera gustado que estuviesen allí, para los ingenieros civiles debe ser algo así como Disney World.
También aprendí algo sobre historia, hasta ese día me enteré que Panamá y el Darién fueron apetecidos desde la época de Cristóbal Colón, ya que hace siglos se estaba buscando comunicar los mares por cuestiones mercantiles. Cuando descubrieron América, los colonizadores pensaron que el Nuevo Mundo sería un obstáculo para cumplir su propósito de conectar los mares para el paso de los barcos, hasta encontrar el istmo de Panamá. En una proeza, Núñez de Balboa y otros hombres lograron caminar entre la selva y pasar de un océano al otro cambiando la historia del mundo. Con la revolución industrial llegaron las nuevas ideas y ambiciones que llevaron a Francia y posteriormente a Estados Unidos a construir el canal.
2. El Casco Viejo
Estos son los lugares que me encantan de las ciudades. Allí nació hace más de 3 siglos Panamá, aunque en este caso nació por segunda vez porque la primera ciudad fue saqueada y quemada, aún existen ruinas de esta primera y se conocen como Panamá viejo.
Las calles del Casco Viejo son estrechas, están adoquinadas y la arquitectura antigua fue convertida en museos, hoteles y restaurantes. Cómo se levanta sobre una pequeña península, desde ciertos lugares se puede ver el mar que en las mañanas parece desaparecer y solo deja rastros de roca porosa (y basura), y en las noches el nivel del agua sube y el Casco se golpea con el océano.
Vi y robé información de guías dispuestos a recibir una propina por instruir a los turistas durante el recorrido, (digo que robé porque me acercaba a los grupos de personas para escuchar algunas cosas pero nunca contraté a uno). Es una buena opción teniendo en cuenta que hay muchos recovecos e historia escondida en estas calles, sin embargo yo lo caminé durante algunos días y recorrí las mismas calles en repetidas ocasiones, a medida que lo hice comencé a encontrar lugares que me interesó conocer. Uno de estos es otro museo del Canal de Panamá, donde está la historia desde varios siglos atrás, hasta la recuperación del territorio por parte del país.
3. La Calzada de Amador
Si mi pequeño top 5 tuviera un orden de preferencia, la calzada sería la número uno. Allí llegué en auto, tuve suerte de ser recibida por una pareja de panameños que me hospedaron varios días en su casa y me llevaron a conocer algunos lugares de la ciudad. La calzada es una vía para autos y personas que conecta Panamá con cuatro islas de Pacífico. Esta fue hecha a principios del siglo XX con la tierra y el material que se sacó de la extracción para hacer el Canal. Hasta hace unos años era un lugar donde se hacían operaciones militares estadounidenses y los panameños no tenían acceso.
Ahora es un lugar lleno de restaurantes, discotecas y el hermoso y colorido Museo de la Biodiversidad. Pero lo que más me gustó fue la calzada para caminar y montar en bicicleta junto al mar, pasé toda la tarde allí viendo a los lejos los inmensos barcos y escuchando las pequeñas olas.
4. Cerro Ancón
Es una pequeña montaña que pertenecía a Estados Unidos hasta hace unos años por lo que lo panameños tampoco podían entrar como a la calzada y al canal. En la cima se erige una bandera de Panamá que puede verse casi desde cualquier lugar de la ciudad y aprendí a mirarla para saber si la lluvia llegaba o se iba según la dirección del viento que arrastra a las nubes.
La verdad es que no iba a subir a al cerro porque pensé que me iba a ir pronto de Ciudad de Panamá. Pero una mañana en el hostal me encontré con Blanca desayunando, una chica peruana que tenía un solo día para estar en la ciudad y me convenció de irme con ella. No nos atrevimos a subir el cerro caminando porque el calor era insoportable, tomamos un taxi por un par de dólares y al llegar nos encontramos con tres miradores de diferentes puntos de Panamá. Quedarse un rato observando, tal vez comiendo una merienda y un atardecer, son perfectos a esa altura y con esa vista.
5. Panamá Viejo
Tomando un bus con el mismo nombre “Panamá Viejo”, llegamos con Blanca a las ruinas de la primera Ciudad de Panamá que sufrió un terremoto, dos grandes incendios y un saqueo, hasta que se trasladó a lo que ahora es el Casco Viejo. Para entrar se deben pagar 5 dólares o 7 para entrar al final a un museo (me pareció bastante para lo poco que vi).
Caminamos alrededor y entre los muros que aún se mantienen, son pocos y están bastante destruidos pero me dio una pequeña idea de ciudad.