Día 11. Casas Cubanas

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2 de Octubre de 2015

Hoy me trasladé desde Cienfuegos hacia Trinidad, último destino del viaje por Cuba. Me ha ganado la expectativa los últimos por llegar, ya que es una ciudad colonial cercana al mar, lo sé, hay muchas así en América Latina que he conocido, pero son encantadoras y dudo mucho que me dejen de atrapar.

A Cienfuegos llegué al hospedaje de Mayra que me había recomendado una amiga, ella tenía en cuenta mi espacio en su casa para octubre pero su hija proveniente de Italia llegó con un nuevo nieto y ocupaba la habitación. Cuando toqué a la puerta hace tres días, muy apenada y casi sin encontrar la manera de decirlo me llevo a la casa contigua donde un amigo suyo que también arrendaba habitaciones, me brindó almuerzo por la vergüenza de no haber tenido a disposición la habitación pactada y me pidió que no me fuera sin tomarle una foto a su nieto para enviársela a mis amigos que se habían hospedado con ella.

Así que antes de irme pasé por un café a su casa y estuvimos charlando. Es una mujer muy bella, humilde, está convencida que es muy pobre como la mayoría de cubanos y seguramente es así para un estándar, pero tiene una casa enorme con una terraza envidiable y lo suficiente en su despensa para ofrecerme almuerzos descomunales y bolas de helado de chocolate. Desde el primer día me previno de la calle, más aún cuando le conté mis anécdotas de La Habana y Varadero. Ella me dijo que yo era una chica muy linda para andar sola por las calles de Cuba, pero luego su esposo replicó que independiente de la belleza física, una mujer sola en Cuba era “objeto de miradas morbosas” debido sobre todo al turismo sexual que se maneja en la isla. Por esa razón no son sólo los cubanos quienes me miran a la distancia y se acercan más de la cuenta, sino que muchos hombres extranjeros preguntan cuál es mi nacionalidad para saber si estoy en alquiler, como el canadiense de Varadero.

Con ella me sentí acompañada en casa y así me he sentido en los lugares en los que me hospedado en Cuba menos la pesadilla del all inclusive. La gente es muy cordial y hospitalaria, siempre haciendo lo posible por darme lo mejor en su hogar, hasta ahora ninguno me ha hecho sentir como una clienta sino como una huésped y en algunos casos hasta como una amiga. Es un contraste abismal el que vivo diariamente cuando atravieso las puertas hacia afuera. Más que nunca la diferencia entre la calle y las casas de familia se hizo evidente hoy.

Luego de la despedida tomé un autobús hacia Trinidad, los paisajes en las rutas cubanas son sinceramente melancólicos en especial por las actividades de las personas en el campo. Los caballos y las carretillas con los hombres ensombrerados sobre pastizales amarillos por el sol, me traen recuerdos de épocas que no viví pero que me generan nostalgia tal vez por el color o la soledad.

Cuando me bajé en la terminal luego de una cantidad exagerada de reflexiones bucólicas en el camino, me vi invadida por una docena de señoras que intentaban llevarme a su casa y arrendarme una habitación. Me hablaban en inglés a los gritos y algunas me tomaban del brazo, era una puja incansable, no bastaba con decirles que ya tenía un lugar donde dormir esa noche. “I have a house, girl, I have a house, 10 CUC, 10 CUC, 10 CUC, miss, miss, ey miss, I have a house” me dijo una señora persiguiédome por dos cuadras. Al principio le sonreí y le dije que le agradecía pero ya tenía un lugar porque fue la única que se aventó a seguir detrás de mí, las otras se habían quedado estirando los miembros de otros turistas, como siguió sin parar, sin escucharme, frené la marcha y la miré a los ojos “¿Señora, cómo le hago entender que no me interesa? Me miró de mala manera como me lo merecía por grosera pero ya no sabía qué hacer, nunca aprendí a no enojarme en Cuba, aunque luego su compañera me haría reír cuando la ignoré “siento lástima por usted niña, porque es sorda y muda”, gritó.

Di algunas vueltas sin tener una dirección precisa en mi cabeza, así que me detuve a preguntarle a un señor que parecía un vigilante de la zona dónde se encontraba la calle Linio Pérez. Al principio guardó silencio como si no supiera dónde quedaba, después comenzó a darme las indicaciones con verbos conjugados que luego repetía sin conjugar, hablando lentamente para articular cada sílaba en una palabra entendible y de golpe cambiaba de idioma. No es que el hombre no supiera hablar, es que pensaba que yo no hablaba español. No es la primera vez que me sucede, desde Nicaragua para arriba me han confundido con una europea o una estadounidense tal vez por mi color de cabello y de piel, aunque no puedo decir que sea exactamente rubia y blanca.

“Calle, ¿sí?, Usted voltea a la izquierda, voltear izquierda ¿me entiende?, sigue tres cuadras, seguir, ¿ok? Izquierda y tres cuadras, left. Ahí hay una pared, no puede seguir porque hay casas. Pared, casas. ¿Sí?, Esa es la calle Linio Pérez. Recuerde CA – SAS, street con CA – SAS”, todo esto lo dijo además haciéndome señas con las manos. Fue un hombre muy amable, me hizo sonreír entre tanto caos del terminal.

Llegué fácil a la CA – SA de Stephany, como era común me recibió con un abrazo y con una habitación de lujo en la terraza dónde simplemente me acosté a dormir, hasta que a media noche el ruido del ventilador me despertó y recordé que había llegado a Trinidad de CA – SAS coloridas. Mañana a caminarla sin descanso.

Casas Cubanas
Fachada de una casa en Trinidad

Este post corresponde a una serie de 17 escritos de Cuba, uno por cada día que estuve en la isla. Para leer el día doce puedes seguir este enlace: Día 12 .Trinidad Fotografiable

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Natalia Méndez Sarmiento

Natalia Méndez Sarmiento

Voy por el mundo con una mochila al hombro y una libreta recolectando historias, experiencias, sensaciones, conociendo personas, disfrutando paisajes y escribiendo para difundir mi pasión por los viajes.
Natalia Méndez Sarmiento

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