5 de octubre de 2015
Estoy agotada físicamente pero presiento que proviene del cansancio emocional. Aún estoy en Trinidad y a pesar de haberme enamorado de este lugar me siento en el limbo. Estoy aquí sin estarlo porque ya no sé qué hacer, siempre he pensado que si en un viaje se pierde la sorpresa es hora de volver a casa y retomar energías.
Estoy en la playa a 12 kilómetros del pueblo, es muy pequeña, la inmensidad de Varadero que se extendía en el horizonte casi al infinito ha desaparecido, ahora hay un corto camino de arena entre la maleza y el mar que está cundido de sargazo como en Tulum, y meterme al agua me causa la sensación de inseguridad porque las algas flotantes tocan mis piernas y al no poder ver el fondo, no sé si pueda ser un animal, una medusa tal vez.
A lo lejos de la playa cuando el sargazo desaparece veo el típico turquesa caribeño pero no me aviento a nadar al fondo, el mar es de respeto así que permanezco aquí en la orilla mirando al horizonte aunque podría decir que es a la nada misma, porque mi cerebro no procesa lo que mis ojos ven, solo me enredo en pensamientos que nada tienen que ver con Trinidad, con Cuba o con el océano.
La ansiedad no me permite relajarme, a lado y lado hay personas que llevan acostadas sobre sus toallas más de una hora, parecen durmiendo o aprovechando los últimos días de vacaciones antes de regresar a la su realidad, pero mi realidad es esta, vivir de viaje, mañana no tengo que regresar a cumplir un horario en mi casa de renta, eso es positivo porque esa es la vida que soñé, pero a veces me pregunto si los seres humanos por costumbre, no necesitaremos tiempos de vida sedentaria para acomodar nuestras ideas, y sobre todo los sentimientos revueltos de miedo por la nostalgia eterna y la incertidumbre.
Llevo unas tres horas divagando, llegué aquí antes del mediodía y ya el calor infame del sol en el medio del cielo está desapareciendo, escribo tres líneas y luego regreso la mirada ciega al mar como si estuviera tratando de concentrarme pero es todo lo contrario, intento no tener ningún pensamiento al menos durante un instante para recordar porqué razón estoy aquí y no en mi casa.
Días como hoy me recuerdan que no he aprendido a ser sin movimiento, necesito crear, pensar, caminar para sentirme viva, para aprovechar la oportunidad de la existencia que en mi concepto se le debe sacar el jugo hasta la última gota aunque a veces termine agotada. Hoy cometí el error de contar los días para regresar a México y esas cuentas hacen el tiempo eterno, a no ser que esté disfrutando de Trinidad, lo que fue ayer y otros días, pero hoy me levanté en “modo azul” y no es fácil controlar el switch del cambio de actitud y ánimo en los seres humanos.
Disfrutar Cuba ha sido un desafío más grande que cualquiera en este viaje, ¿por qué los viajeros aman y recomiendan este país?, lo sé, es hermoso y hay gente maravillosa, pero llegar sola es muy fuerte, el choque cultural ha sido el más grande de todos especialmente por el machismo que aquí no lo consideran como tal. Por fin hoy un señor me hizo reír con un piropo “no sabía que las flores caminaban, pero se ven bellísimas”, mucho mejor que las hostilidades en La Habana: “ojalá ese helado que te chupas fuera mi verga mamasita”, es real, me lo dijeron caminando por ahí y jamás volví a comer helados en La Habana, al menos en la calle.
Estoy cansada, es difícil aceptarlo porque elegí esta vida pero si cambiara a otra en algún momento también me cansaría, así que supongo que la actitud está en entender que este estado es normal y que seguramente mañana me levante en “amarillo” o cualquier color de altas vibraciones que me saque sonrisas, si no, lo tendré que sacar a la malas porque aún queda Cuba, México y el mundo.
Mañana intentaré hacer del limbo un lugar maravilloso.
Este post corresponde a una serie de 17 escritos de Cuba, uno por cada día que estuve en la isla. Para leer el día quince puedes seguir este enlace: Día 15 . La Habana con Speedo